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Cuando un programa de chimentos tira una bomba, ¿qué pasa en las redes?

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Hace muy poquito, Nico Vázquez y Gime Accardi anunciaron su separación luego de 18 años en pareja. Las redes estallaron: “¿Cómo puede ser?”, “Ya no se puede confiar en el amor”, “Ellos no”. Una gran maraña de opiniones que, con el paso de los días, parecía aflojar… hasta ayer.


En LAM dijeron que Gime había engañado a Nico y que pronto daría una declaración. No dieron nombres, apenas insinuaciones. Fue en las redes donde esas pistas se convirtieron en acusaciones con nombre propio: Andrés Gil, pareja de Cande Vetrano, amiga de Gime. ¿De dónde salió esa información? De ningún lado. Una nueva maraña de especulaciones: señalar, juzgar, culpabilizar… todo bajo el paraguas de “y bueno, son personas públicas”.


Hoy Gime Accardi salió a hablar. Contó sobre su separación, sobre lo que había charlado con Nico y aclaró que el vínculo que le adjudicaban con otra persona era completamente mentira. Pidió un freno.


Y acá es donde, después de esta larga introducción, dejo algunos interrogantes para pensar y, por qué no, debatir entre públicos y consumidores. Porque esto siempre existió, pero con las redes sociales los límites parecen haberse borrado.


¿Una noticia de chimento nos habilita a salir a especular y juzgar en cada posteo que nos cruzamos?

¿Cuál es la necesidad de ir a los posteos de Cande Vetrano, que nada tenía que ver, para decirle que deje de amar a su pareja porque supuestamente la engañó con su amiga?

¿Por qué Gime Accardi tiene que salir a dar explicaciones? ¿A quién se las debe? ¿A nosotres? ¿O solo porque es una persona pública?


Probablemente llegarán muchos comentarios afirmando que sí: que por el simple hecho de ser figuras públicas su vida privada puede convertirse en tema de conversación. Pero esa lógica no solo afecta a ellos, también arrastra a terceros que, por tener cierta exposición, “se la tienen que fumar”.


Quizás este post suene antipático. Y sé que vivimos en tiempos donde cualquiera puede opinar sin consecuencias. Pero creo que debemos hablar más de esto.


No de cómo los y las famosas llevan el “hate”, sino de quiénes lo producimos. El odio no llega solo: se construye en cada opinión, en cada comentario, en cada dedo acusador. Lo producimos nosotres, el público.

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